lunes, 9 de junio de 2025

La Educaciòn como perspectiva de amor

En tiempos en que la educación pública parece estar constantemente en disputa –ya sea por recortes presupuestarios, reformas improvisadas o ataques ideológicos–, vale la pena volver la vista hacia La lengua de las mariposas (1999), una joya del cine español que, sin grandilocuencias, nos recuerda por qué la escuela pública es un pilar civilizatorio, y por qué el Estado debe ser su principal garante.
Ambientada en la Galicia rural de 1936, la película sigue la relación entre Moncho, un niño sensible e inquieto, y su maestro, don Gregorio, un republicano que encarna una visión progresista de la educación. Don Gregorio no enseña solo a leer o a memorizar nombres: enseña a pensar. Habla de libertad, de justicia, de naturaleza. Y sobre todo, enseña con afecto, con respeto por la infancia, con convicción de que el conocimiento es un derecho y no un privilegio.
Lo conmovedor del filme es que no muestra una utopía pedagógica, sino una realidad concreta, sostenida por una política de Estado: la de la Segunda República española, que impulsó una reforma educativa laica, gratuita, universal. Una apuesta clara por el poder transformador de la educación pública. En ese contexto, don Gregorio no es un héroe aislado, sino parte de un proyecto colectivo.
En una época en la que algunos sectores pretenden mercantilizar la educación o vaciarla de contenido cívico, La lengua de las mariposas nos recuerda algo esencial: la escuela pública no es una estructura burocrática más, sino una herramienta de emancipación. Y el Estado, lejos de ser un obstáculo, es quien debe protegerla, financiarla, dignificarla.
Hoy más que nunca, necesitamos más Estados que entiendan que educar no es adoctrinar, sino liberar. Y que la educación pública no es caridad, sino justicia.

Chirizola Facundo