¿Es la realidad una copia del teatro del absurdo, o acaso es el teatro del absurdo una copia de la realidad? Tal vez, como en la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett, solo podamos llegar a la conclusión de que la vida misma puede ser absurda, esperanzada en algo que quizás ni exista. Esperamos, como los personajes de Beckett, por algo indefinido, por un algo que no sabemos si alguna vez se materializará. La vida, en su desenfrenada cotidianidad, se convierte en un espacio donde la espera es un acto en sí mismo, pero ¿esperamos algo realmente tangible o solo nos sumimos en la repetición de lo que no puede ser comprendido? La vida puede ser, simplemente, un absurdo. Es en ese punto donde entra la semantización. Entendamos semantizar como el intento de encontrar sentido y significado en todo lo que nos rodea: los objetos, los sujetos, las situaciones. ¿Cómo interpretar el caos y la ridiculez de los acontecimientos cotidianos, que muchas veces parecen saltar fuera de cualquier marco lógico? La semantización, entonces, no solo busca la creación de un orden dentro del caos, sino que también es un mecanismo personal para intentar dar un propósito a lo incomprensible. La política de la exclusión, el drama de la vida, el amor... todo ello se convierte en el motor para dar sentido, siempre a nuestro propio sentido, siempre a nuestra propia interpretación de lo absurdo.La fiesta dionisiaca, en su éxtasis salvaje, también tiene algo que ver con este frenesí de buscar significado en lo que parece carecer de él. Dionisio, el dios del vino, la locura y el descontrol, representa ese rompimiento de las normas racionales, el abandono de la cordura y la inmersión en lo irracional, en lo caótico. De alguna forma, la vida, al igual que la fiesta dionisiaca, se desborda de significado, despojada de las restricciones lógicas, y se convierte en un escenario donde la búsqueda del sentido es tan desconcertante como la vida misma.
Chirizola Facundo
viernes, 7 de marzo de 2025
La Fiesta Dionisiaca, al Éxtasis del Fracaso y la Semantización del Absurdo
Publicado por Walter Mackay en 11:52:00