A partir de ahora, el foco de mis textos estará en el cine, con un enfoque creativo y constructivo. La realidad política y económica, con su brutalidad manifiesta, ya no necesita de mi interpretación. Quiero creer que, en mayor o menor medida, el velo ha caído sobre un misterio que nunca lo fue del todo. Además, la noción de “crítica cultural” me resulta, permítanme la expresión, bastante vacía. ¿Desde qué lugar y con qué autoridad se crítica a “la cultura” en su conjunto? Prefiero correrme de esa postura; la cultura, al fin y al cabo, sabrá defenderse sola.
Dicho esto, paso a recomendar- Adolescencia- , una serie de Netflix que pone en el centro el caso de un joven acusado del asesinato de una compañera de clase. La gran pregunta que recorre la trama es: ¿qué ocurrió realmente?
Uno de los aspectos más sobresalientes de la serie es la actuación del protagonista, un niño de 13 años que sostiene su personaje con una solidez poco habitual. Sus escenas, muchas veces resultan en planos largos sin cortes, exigen un nivel interpretativo notable.
En cuanto a la dirección de arte, cumple sin grandes estridencias. Los diálogos, aunque densos, aportan sustancia a la narrativa. Sin embargo, lo más interesante de Adolescencia es su crítica a la cultura política del anti-woke. La serie exponen dinámicas de género, ataques al feminismo, discursos de “auto-mejora” tratamientos de cinismo y, sobre todo, la misoginia que relega a la mujer a un rol doméstico. La construcción de símbolos y conductas que moldean la subjetividad masculina queda en evidencia, al igual que la frustración que surge cuando no se alcanzan los parámetros de masculinidad impuestos por ciertos sectores. En última instancia, Adolescencia nos muestra cómo esa impotencia alimentada por la tecnología y la globalización puede desembocar en tragedia.
Chirizola Facundo
Director de teatro.pedagogo y gestor educativo.