El teatro nació en ese contexto. Antes de ser forma artística, fue rito dionisíaco: la tragedia emergió de los ditirambos cantados en honor al dios, y la representación no separaba al espectador del actor, sino que los sumía a todos en un trance colectivo. Era el momento en que el individuo se disolvía en la multitud, el instante en que el yo se fundía con el otro en un torbellino de emoción y catarsis.
Hoy, en la posmodernidad, ¿dónde encontramos ese mismo espíritu? La época ha domesticado al goce, ha privatizado el placer, lo ha fragmentado cómo así el teatro y sus representaciones.
Chirizola Facundo. Director de Teatro. Pedagogo.Gestor Educativo.