Los cuatreros andan con GPS y celulares. Los últimos cinco golpes que dieron en la llanura pampeana contaron con una logística superior a la tradicional, que les permitió llenar hasta el tope camiones jaula que se perdieron en la bruma.
El precio de la carne convierte a los cargamentos en lingotes de oro: una vaca vale hasta mil dólares. Por eso, entre diciembre y enero, empezaron a llevarse de a 40. Los animales son introducidos al túnel de la economía clandestina, donde cada intermediario saca su tajada.
Esta seguidilla de robos importantes –y sobre todo con el alto nivel de organización e infraestructura con que fueron realizados– hizo saltar las estadísticas de la Provincia de Buenos Aires, donde en todo el año 2009 se esclarecieron 38 robos de ganado. Pese a los pedidos de Clarín, el ministerio de Seguridad bonaerense negó las cifras de 2010. En Santa Fe, La Pampa, Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes también se produjeron robos este verano, aunque más puntuales. En Córdoba, en cambio, sólo se registraron casos aislados y menores. Pero tres especialistas del sector frigorífico consultados por este diario aseguran que la inmovilidad de las estadísitcas debería ser interpretada como un aumento: “con el auge de los feedlots –en los que el ganado está encerrado en terrenos pequeños– la cantidad de robos debería haber caído mucho”, coinciden.
Hay elementos de fábula: uno de los robos más recientes, a pequeña escala, se produjo en el paraje correntino de El Pollo; los policías santafesinos que combaten el abigeato se hacen llamar Los Pumas; y uno de los dirigentes más preocupados por esta situación se apellida Vaquero.
“Los ladrones cuentan con recursos inéditos. Tienen calentadores con garrafa de gas, que les permiten marcar hasta 50 animales en 10 minutos, para hacerlos pasar como propios. Consiguen las guías (remito que necesitan los camioneros para transportar ganado por las rutas) y ya saben a qué frigorífico llevar la mercadería. Esto no es el robo hormiga que hubo siempre”, advierte Santiago Vaquero, presidente de la Federación Agraria del partido de Ameghino, a 400 kilómetros del Centro.
Allí se produjo el último robo, entre el sábado 22 y el domingo 23 de enero. “Me sacaron 52 vacas, me amargué mucho. Estaban completamente en regla, vacunadas contra la brucelosis y la tuberculosis. Había perdido 150 mil pesos en un día”, se lamentaba Miguel Caratti, el productor afectado, en una charla con Clarín que iba a continuar cinco días después...
Sus animales tenían un trébol marcado a fuego detrás de las orejas y las iniciales MR. El productor había tenido que ir a una rueda de reconocimiento, con la esperanza de recuperar parte del rodeo, pero las 12 vacas recuperadas eran robadas de otro lado.
“Cuando yo salgo a la ruta –se quejaba Miguel en las primeras horas de la conmoción– me piden hasta el número de matafuego, pero pasa un camión jaula de doble piso con medio centenar de vacas robadas y nadie lo para. Solo me enteré por un fumigador que encaró hacia General Villegas por la ruta 188”. La historia continuará.
En una carta de lectores, el chacarero jubilado Antonio Antolín, contó otro caso: “Somos seis hermanos, que heredamos de nuestro padre un fracción de campo en el partido de General Villegas, cercano a la localidad de Blaquier. Allí teníamos pastando 71 vacas de cría con terneros… en un abrir y cerrar de ojos, nos robaron 39. La investigación es lenta, infructuosa… hasta parece que nosotros mismos fuésemos los sospechosos”.
Cuando Clarín publicó este testimonio, el 8 de enero, se recibieron más mensajes, que daban cuenta de la sofisticación que alcanzan los atracos.
El precio de la carne convierte a los cargamentos en lingotes de oro: una vaca vale hasta mil dólares. Por eso, entre diciembre y enero, empezaron a llevarse de a 40. Los animales son introducidos al túnel de la economía clandestina, donde cada intermediario saca su tajada.
Esta seguidilla de robos importantes –y sobre todo con el alto nivel de organización e infraestructura con que fueron realizados– hizo saltar las estadísticas de la Provincia de Buenos Aires, donde en todo el año 2009 se esclarecieron 38 robos de ganado. Pese a los pedidos de Clarín, el ministerio de Seguridad bonaerense negó las cifras de 2010. En Santa Fe, La Pampa, Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes también se produjeron robos este verano, aunque más puntuales. En Córdoba, en cambio, sólo se registraron casos aislados y menores. Pero tres especialistas del sector frigorífico consultados por este diario aseguran que la inmovilidad de las estadísitcas debería ser interpretada como un aumento: “con el auge de los feedlots –en los que el ganado está encerrado en terrenos pequeños– la cantidad de robos debería haber caído mucho”, coinciden.
Hay elementos de fábula: uno de los robos más recientes, a pequeña escala, se produjo en el paraje correntino de El Pollo; los policías santafesinos que combaten el abigeato se hacen llamar Los Pumas; y uno de los dirigentes más preocupados por esta situación se apellida Vaquero.
“Los ladrones cuentan con recursos inéditos. Tienen calentadores con garrafa de gas, que les permiten marcar hasta 50 animales en 10 minutos, para hacerlos pasar como propios. Consiguen las guías (remito que necesitan los camioneros para transportar ganado por las rutas) y ya saben a qué frigorífico llevar la mercadería. Esto no es el robo hormiga que hubo siempre”, advierte Santiago Vaquero, presidente de la Federación Agraria del partido de Ameghino, a 400 kilómetros del Centro.
Allí se produjo el último robo, entre el sábado 22 y el domingo 23 de enero. “Me sacaron 52 vacas, me amargué mucho. Estaban completamente en regla, vacunadas contra la brucelosis y la tuberculosis. Había perdido 150 mil pesos en un día”, se lamentaba Miguel Caratti, el productor afectado, en una charla con Clarín que iba a continuar cinco días después...
Sus animales tenían un trébol marcado a fuego detrás de las orejas y las iniciales MR. El productor había tenido que ir a una rueda de reconocimiento, con la esperanza de recuperar parte del rodeo, pero las 12 vacas recuperadas eran robadas de otro lado.
“Cuando yo salgo a la ruta –se quejaba Miguel en las primeras horas de la conmoción– me piden hasta el número de matafuego, pero pasa un camión jaula de doble piso con medio centenar de vacas robadas y nadie lo para. Solo me enteré por un fumigador que encaró hacia General Villegas por la ruta 188”. La historia continuará.
En una carta de lectores, el chacarero jubilado Antonio Antolín, contó otro caso: “Somos seis hermanos, que heredamos de nuestro padre un fracción de campo en el partido de General Villegas, cercano a la localidad de Blaquier. Allí teníamos pastando 71 vacas de cría con terneros… en un abrir y cerrar de ojos, nos robaron 39. La investigación es lenta, infructuosa… hasta parece que nosotros mismos fuésemos los sospechosos”.
Cuando Clarín publicó este testimonio, el 8 de enero, se recibieron más mensajes, que daban cuenta de la sofisticación que alcanzan los atracos.