Al trasladar este concepto al ámbito pedagógico y a la formación de los adolescentes, especialmente cuando somos facilitadores de procesos creativos y de aprendizaje, surge una inquietud fundamental: justificar una acción o argumento con un “cómo debe ser” implica que existe una forma determinada, inamovible, de ser. Pero, ¿cuál es esa forma? ¿Quién tiene la autoridad para dictarla? Esta idea carece de fundamento real, pero el impacto que genera en la subjetividad de las infancias y adolescencias es profundo y, muchas veces, doloroso.
Este “cómo debe ser” reúne un compendio de creencias y valores que forjan una sociedad determinada, estructurada en torno al “yo” y al “otro”. Se convierte en una forma de categorizar comportamientos y conductas, moldeadas por criterios de valores dominantes que, a menudo, son arbitrarios y excluyentes.
No existe un "cómo debe ser". Esa es una trampa que debemos evitar, una ilusión que limita la libertad de ser. Como dijo Shakespeare: "Ser o no ser, esa es la cuestión". En un mundo que impone normas sobre cómo debemos vestirnos, cómo debemos pensar, cómo debemos vivir el placer, cómo debemos comportarnos... prefiero ser, en toda mi imperfección, mi caos y mi autenticidad. Porque, al final, lo único verdadero es ser uno mismo en un mundo que constantemente nos pide ser algo más.
Chirizola Facundo. pedagogo. Gestor Educativo.